adornabas mi cajón de recuerdos
como una sonrisa abierta que no paraba de llorar
pedías silencio
cenizas y tinta seca eran testigos
intentabas enseñarme:
–existe la luz hasta en las lámparas quemadas
en los sourvenires más pobres y ajados
en cada voz en sepia y blanco y negro–
intentabas enseñarme:
–hay menos de mí en mis ojos
desde que crucificaste mi culpa
hay menos de vos en mi piel
desde que expiro mi condena
desde que decidí hacerte un tributo
(a espalda abierta arterias en mano)–
estabas dormido entre mis cuadernos
eras polvo de mi huesos saliva seca en mis labios
intentabas correr
con las rodillas paralizadas de tantas plegarias
con el rosario entre los dientes y las mentiras
intentabas pedir silencio
eras mi más preciado recuerdo
el alimento más vivaz de la llama que los invade
intentabas correr
pero dormías tan dulcemente